lunes, enero 30, 2006

Los Hermanos Grimm (The Brothers Grimm)


Queriendo emular al Barón Munchausen (pero no)

Los hermanos Jacob y Wilhem Grimm son estafadores profesionales. Se dedican a aprovecharse de las supersticiones de diversos pueblitos alemanes para primero encarnarlos con una serie de "efectos especiales" medievales y finalmente cobrar por un cacería de brujas arreglada desde el principio. El conflicto principal se desata cuando son descubiertos por un general de la ocupación francesa llamado Delatombe (un poco interesante Jonathan Pryce que parece rogan por el regreso de los tiempos de "Brazil") quien les da dos opciones: averiguan y solucionan la desaparición de niñas en un pueblito o pueden ser sitematicamente torturados para deleite de su secundón, el italiano Cavaldi. Ya en el pueblo recibirán la ayuda de una cazadora con una extraña tendencia a lamer sapos mientras que la mente "científica" de Wilhem choca con la posibilidad de que las fantasías populares que tanto atraen a su hermano puedan ser reales. Y en el medio entran en una ensalada semi digerible cualquier cuento de hadas más o menos conocido, a saber: Rapunzel, Caperucita Roja, la Bella Durmiente, Cenicienta y Blancanieves entre otros, independiente de si sus autores son los hermanos originales o no. Pareciera que la importancia está en la referencia misma y no si tiene algun sentido en la trama. El resultado es una sumatoria de ideas cruzadas que no llegan necesariamente a buen puerto y en otros momentos simplemente no se entiende a dónde está yendo todo. El ritmo de la película es irregular y sus protagonistas también. El Wilhem de Matt Damon me recuerda en ciertos momentos al Obi-Wan de McGregor en Episodio I: no me creo este papel, lo hago por la plata y quiero que se note. Por el otro lado el Jacob imaginativo y neurótico del insulso Heath Ledger es exactamente eso, neurótico. El resto del elenco hace lo que puede con una serie de personajes que van desde lo estereotipado, como la Reina malvada de Bellucci, hasta lo nauseabundo en las supuestas parodias que representan el francés de Pryce y el italiano de Peter Stormare.
¿Había que reírse?.
Terry Gilliam parece querer repetir "Las aventuras del Barón Munchausen" pero no lo logra. La idea central de su obra, aquella ambigüedad entre realidad y ficción, tiempo y espacio, se diluye en un producto masticado y digerido para el servicio de un público poco afín al ejercicio de la neurona. Que no es el público que siguió la obra de Gilliam y mucho menos entiende qué fue de la tomas particulares del director que se despacha con una cámara insulsa, un montaje inocuo y un resultado perecedero. Si hay un sólo punto resacatable en el conjunto es el arte de la película con influencias notablemente prerafaelistas. Pero no alcanza.

En conclusión: Fantasias no muy bien animadas de ayer y hoy