jueves, septiembre 08, 2005

La suerte está echada


Aquél impronunciable...

Hay un tipo de excluído social del cual los noticieros no se ocupan, los medios no suelen nombrar y mucho menos la gente común. Es un tipo de paria que carga con el peso de ser nunca bienvenido y siempre inombrable: el mufa. Aquel que carga con el peso de ser mufa se sabe rechazado en cualquier tipo de actividad social, y ni hablar si se trata de conseguir trabajo. El ambiente artístico es un ambiente supersticioso y a los mufa se los define rápido y se los aisla con aún mayor velocidad. Esto es lo que descubre Felipe (Marcelo Mazzarello), actor de teatro que por azar de la vida descubre que de un día para el otro tiene la capacidad de atraer la desgracia para aquellos que lo rodean. Si bien en principio todo parece ser simple mala suerte, pero al quedarse sin trabajo y correrse la voz, Felipe descubre que es posible que el destino esté en su contra. A menos que pueda encontrar una solución algo que parece no tenerla.
Guillermo (Gastón Pauls), el medio hermano de Felipe, tiene razones para sentirse desgraciado también. Un auto suena en la esquina de su departamento todas las noches y no lo deja dormír. Al llegar tarde al trabajo demasiadas veces es despedido. Y su novia lo deja. Y la empresa le paga un porcentaje importante de su indemnización en especies.
Entonces el padre de ambos, internado en un geriátrico, los junta con un último pedido estrafalario.
Rodeado de un tremendo humor negro y algunos toques dramáticos un poco intensos para el tipo de clima que se plantea, la ópera prima de Sebastián Borensztein (ya con una trayectoria marcada en la televisión), divierte y sorprende con el nivel de acidez y ciertas situaciones woodyallenescas en su absurdo que transforman a la película en un producto divertido y con momentos memorables. Si bien Marcelo Mazzarello es un poco rígido en su actuación la variedad de situaciones por las que su capacidad de imán para la mala suerte lo hacen pasar, hacen que ésto se pueda pasar por arriba sin mayores dificultades. El ritmo en general es bueno, salvo en aquellos puntos dramáticos , un poco anticlimáticos, donde la partitura de Alejandro Lerner empalaga. Por lo demás es una comedia muy divertida, con clásico cameo del director incluído, recomendable para ver entre amigos riendose un buen rato y recordando a aquél pobre mufa (todos hemos conocido alguno) tratando de no nombrarlo. Ni en el pensamiento.

Conclusión: Para reírse y tocar madera