Tratando de cerrar todo
Tras los desastrosos Episodios I y II, George Lucas se despacha con el cierre de su precuela, sin ahorrar esfuerzos en quedar bien con todo el mundo. A los fans les muestra finalmente la aparición del villano arquetípico tan esperado, Darth Vader, y a los críticos intenta entregarles un capítulo que intenta ser algo más que un manojo de espejitos de colores envueltos en una trama inexistente. Pero por momentos falla en lo más importante, entretener al público. Recurre una vez más en el error que se manifestó en las entregas anteriores. La antigua saga se definía basicamente como un producto de entretenimiento, desgraciadamente las precuelas prometen más de lo que entregan, y salvo por momentos de desmesurado despliegue, el resto es simplemente diálogo. Este caso no es la exepción, y tras las escenas de acción, incluso entre las mismas, aparecen otras que con un gran efecto anticlimatico nos muestra a dos o más personajes dialogando. Es notable como con los años Lucas olvidó que más allá de los efectos, sin ritmo (y obviando los serios problemas del guión) la película se cae.
La primera parte de la trama nos trae nuevamente a Anakin Skywalker, que de niño generado por una aparente concepción inmaculada (caramba), ha pasado a adolescente inseguro e inestable y de ahí a joven con pinta de bomba de tiempo sacudido por un entrenamiento Jedi que lo inclina a un autocontrol que no tiene y una amante que no puede reconocer como esposa ante el mundo (no, no es la telenovela de la tarde, es Star Wars). Cuando unos sueños de un futuro negro comienzan a perturbarlo, la caída del protagonista comienza, y por supuesto eso da pié a la parte más interesante de la película. Las largas intrigas palaciegas en la república comienzan a tomar forma y desembocan en la trampa mortal que lleva a la caída de los Jedis. Antes de todo, a favor de Lucas se encuentran un par de resoluciones para la caída del protagonista que son, si bien trilladas, agradablemente violentas entre tanto romanticismo. Otra cuestión es la capacidad de poner cara de malo muy malo de Hayden Christensen (Anakin), que casi logra que olvidemos lo mal que pronuncia sus líneas. Por otro lado, quien logra un excelente trabajo es Ewan McGregor (Obi-Wan Kenobi), en una gran imitación de la inflexión y modismos del Obi-Wan de Alec Guiness. Y eso es todo.
Episodio III entretiene, como las anteriores, en su despliegue de impresionantes escenarios y batallas generadas digitalmente, pero echa agua en la formación de los personajes, en la dinámica entre los mismos, y en la pobre dirección de Lucas, quien aparentemente entretenido con los juguetes que la tecnología le permite inventar, olvida el más simple uso del montaje cinematográfico. Si bien mi opinión puede parecer elitista, es completamente justificada ya que Lucas logró muy buenos climas de diversos tipos tanto en las viejas películas como en la famosa saga de Indiana Jones. A quien fue capaz de generar notables productos de entretenimiento bien se le puede exigir que minimamente mantenga la calidad.
Conclusión: Fan Service
lunes, mayo 23, 2005
Episodio III, La venganza de los Sith (Episode III, Revenge of the Sith)
Publicadas por Anita a la/s 2:55 p. m. |
lunes, mayo 16, 2005
Cruzada (Kingdom of Heaven)
Snobismo hollywoodense
Hace ya un par de años, cuando vi Gladiador, me dije a mi misma que el director Ridley Scott estaba jugando con fuego, se zarandeaba temerariamente entre un mensaje metaforico a partir de la trama, y uno alegórico central que fuera vital para entender qué era lo que quería comunicar.
Más tarde vi "Hannibal", y como un adolescente en necesidad de probar sus límites, Ridley volvió a caminar por el abismo.
Predije entonces: en la proxima se cae.
Me equivoqué.
La proxima resultó ser la genial y refrescante "Matchstick Men" (conocida aca como "Los tramposos"), donde el director encontraba una armonía en su realización que hacia tiempo no se veia en su obra.
Sin embargo mi profecia erró por una pelicula.
Cruzada nos presenta al joven viudo herrero Balian, encarnado por el encasillado Orlando Bloom (sería hora de abandonar las espadas, no?), quien mientras sufre por su perdida mujer y es odiado por el pueblo, es abordado por un noble (en todo sentido, además del literal) caballero llamado Godfrey (Liam Neeson con su mejor cara de maestro Jedi). Lord Godfrey lo reconoce como único heredero y le ofrece llervarlo a un nuevo mundo, Jerusalem, donde cualquiera puede tener su tierra sin importar su origen.. aunque, obviamente él ahora tiene un título, así que las charlas de igualdad de clase son un poco innecesarias. En el camino Godfrey muere, el barco en el que viaja Balian se hunde en el medio de una tormenta, él y un caballo son los únicos sobrevivientes.. el caballo huye asustado.. pero aparece de vuelta en un oasis.. Balian aprende muy rapidamente cómo manejarse con las tramoyas políticas que lo esperan, llama notablemente la atención de la hermana del Rey de Jerusalem (casada con su enemigo automático Guy de Lusignan), se vuelve el favorito de dicho Rey, pero en su tierra es benévolo porque recuerda sus orígenes, más que suficientes con tantos años de herreria como para sacarle el jugo a sus kilómetros cuadrados de desierto y convertirlos en tierra fértil. ¿No será mucho?
Hasta acá falencias del guión, que más allá de ciertos aciertos históricos, cae en el mismo error que el director: olvidar el lenguaje en el que se está trabajando. Bien se sabe que la realidad supera a la ficción, y si bien muchos de los sucesos de la vida de Balian deben haber sucedido, cuando son bajados a nivel cinematográfico se vuelven un poco irreales. Así también la afición automática tanto de la princesa Sybilla (Eva Green y un montón de khol) y del Rey (Edward Norton y su máscara) se sustentan en el aire, la animadversión de Guy y Reynald (Brendan Gleeson) es digna de una película de Disney, donde los malos son muy malos y los buenos, más buenos aún.
Pero, aunque pareciera que sólo se encuentra un mensaje simple y directo entre tanto despliegue de producción: "la guerra es mala", Ridley Scott es un director con contenido, así que se decide a agregar profundidad al pastiche. Pero no funciona bien, porque lo hace utilizando mensajes alegóricos como pilar para el sentido de la película, mensajes que no son fáciles de decodificar y su carácter primordial para el conjunto hacen que su pérdida por el público desenboque en dos posibilidades. La primera es quedarse con el mensaje superficial y llegar a la conclusión de que el producto no es más que un simple y trillado mensaje antibélico, envuelto en varios millones de dolares. La segunda es simplemente no saber cuál era el objetivo de todo esto, porque si no entretiene y no comunica, para qué fue creado?.
Al caer finalmente al abismo Ridley Scott se hunde en la hipocresía al vender la película como un producto de acción y aventuras para atraer el público masivo y recuperar la brutal inversión, pero ofrece en realidad un producto que no es nada más que una aspiración elitista donde sólo aquel que equipare los conocimientos del director podrá entender a qué viene toda la incoherencia.
En otras épocas el director supo manejar el verdadero arte de contar un mensaje propio en la película sin que sea en detrimento de la trama, pero aparentemente la edad y el ego le están jugando en contra.
Conclusión: Caída libre
Publicadas por Anita a la/s 5:56 p. m. |
viernes, mayo 13, 2005
Conociendo a Julia (Being Julia)
Las vicisitudes de la señora Lambert
Ser Julia no es facil. Ella misma no sabe quién es.
Como actriz, es la diva principal de la escena teatral de Londres, a fines de la década del ´30. Como esposa, es la otra mitad de una pareja autodefinida como "moderna" donde la compañía es más profesional que real y las infidelidades se admiten pero en el fondo no se toleran. Como madre, sufre del principio del nido vacío al darse cuenta de que su hijo ya no la necesita tanto como cuando era más pequeño. Como amante, es la típica mujer con crisis de mediana edad que se refugia en un ventiañero, aunque puede verse venir el desastre, y no le importa. O se convence a sí misma de que no importa porque Julia es, más que nada y en el fondo de todo, actriz. Así, en cada rol (en cada Julia) irá poniendose diferentes mascaras, de comedia o tragedia según la ocasión, y se perderá entre sus diversoso papeles. Lo que se encuentra detrás de una seguidilla de actuaciones muy buenas a cargo de Anette Bening (Julia Lambert) y Jeremy Irons (Michael Gosselyn), y de una impecable reconstrucción de época, es una reflección interesante acerca del oficio del actor, y el oficio de ser mujer en un mundo de hombre, no en el sentido trillado de la frase sino literalmente. Julia es y se define a partir de su relación con los hombres, siendo la más significativa, la que tiene con su difunto profesor de actuación Jimmie Langton (Michael Gambon), quien se le aparece en momentos claves, no como fantasma, sino como reflejo de su propia mente, un autentico superyo encargado de criticar sus reacciones y sus actuaciones.
Las metáforas sobre el teatro no faltan, sin embargo dado mi pobre conocimiento, no profundizaré sobre ello.
Por lo demás la pelicula posee un ritmo agradable, se deja ver y acompaña a Julia en su universo de multiples papeles, en las tablas y en la vida.
Conclusión: Edípica
Publicadas por Anita a la/s 3:06 p. m. |