domingo, agosto 07, 2005

La Caida (Der Untergang)


¿Humanizando al monstruo?

Toda buena película basada en hechos históricos debe presentar tres versiones: la real , la ficticia y la polémica. La Caída, con un genial Bruno Ganz en el papel de Hitler, narra los últimos días de la vida del Fuhrer en su bunker mientras Berlín es asediada por el ejército ruso. La historia es narrada desde el punto de vista de Traudt (su joven secretaria), y de dos generales de la Wehrmacht que intentan tener un final digno de resistencia frente al inevitable desenlace. El film, sin embargo, termina siendo muy largo y llega a caer en algunos golpes bajos innecesarios.
La visión real de los hechos es soberbia. A pesar de estar basada en la entrevista a la anciana secretaria realizada en el 2000 , evita tener un único punto de vista y se construye con la ayuda de datos sólidos sobre el interior del bunker y muestra un estudio minucioso y detallado no sólo de la personalidad de Hitler sino también de la naturaleza de los órdenes totalitarios. Impresiona el enfoque piscologista que golpea al espectador con un Hitler patético moviendo en un mapa unidades inexistentes y reclamando un contragolpe imposible contra el ejército de Zukhov. Batallas en las calles de Berlín e inclusive la última aparición pública de Hitler condecorando a los jóvenes defensores de Berlín que atacaban con bazookas a los tanques soviéticos fueron reconstruidas con notable precisión y gran realismo.
La ficticia no es tan acertada. Al relato del derrumbe , le sobrepone una trama paralela y esperanzadora de un joven que pelea en la Juventudes Hitlerianas y termina desertando y ayudando a otros a escapar. Pero esta es una innecesaria dosis de esperanza que arruina el soberbio clima descrito anteriormente. Hay también algunas imprecisiones históricas.
La versión polémica era, en cierto modo, previsible. El film se propone reflexionar acerca del clima de decadencia final y la naturaleza de las sociedades totalitarias, a través de tomar la figura de Hitler de un modo más exacto y humanizado. Pero, claro, "humanizar al monstruo" fue para algunos sectores de la crítica, el Sionismo y la opinión pública algo similar a simpatizar con el Nazismo. Cosa que la película jamás hace, pero tampoco cae en los clisés innecesarios y deformantes . Se nos muestra un Hitler humano, capaz de delirar paranoicamente de traiciones por cada lógico fracaso de un ejército falto de recursos, de gesticular maniáticamente y, lo más interesante y poco explorado por la literatura histórica y menos aún por la filmografía, el grado de alienación al que lo sometía su Estado Mayor y su círculo más íntimo, entre ellos Himmler y Goebbels. Pero también aparece un Hitler capaz de tratar con cariño y respeto a su secretaria y esposa, de ser cariñoso y juguetón con su mascota y de valorar a sus semejantes.
Theodor W. Adorno, figura central de la Escuela de Frankurt y uno de los más lúcidos críticos del III Reich (razón por la cual debió huir a Estados Unidos) , escribió allá por 1945 una tesis acerca del funcionamiento de la TV en EE.UU. (Televisión y Cultura de Masas ). Cabe volver a algunas de esas líneas en donde critica el uso de clisés ""El dictador no es más que un mal hombre, pomposo y cobarde. Parece proceder con suma estupidez; no sale a flote nada relativo a la dinámica objetiva de la dictadura. Se crea la impresión de que el totalitarismo surge de desórdenes caracterológicos en políticos ambiciosos y de que es derrocado por la honradez, el coraje y la calidez humana de aquellas figuras con que se supone que se identificará el auditorio. (..) Esto no sólo aleja toda cuestión social concreta sino que afianza la división del mundo , psicológicamente tan peligrosa, en negro (el grupo de afuera) y blanco (el grupo de adentro). (..) Más opaca y compleja se vuelve la vida moderna y más se siente tentada la gente a aferrarse desesperadamente a clisés que parecen poner algún orden en lo que de otro modo resulta incomprensible. De este modo los seres humanos no sólo pierden su auténtica capacidad de comprensión de la realidad, sino que también en última instancia, su misma capacidad para experimentar la vida puede embotarse mediante el uso constante de anteojos azules y rosados.( 2000:24-26, Ed Lunaria) Profético. Ya Adorno se manifestaba preocupado por convertir a los dictadores en figura de clisés, sin profundidad, pero, peor aún, sin ofrecer al público elementos de análisis o al menos de incomodidad para plantearse críticamente la naturaleza de los órdenes totalitarias para evitar que se repitan en el futuro. Y también para la realidad contemporánea, donde muchas veces, no se necesita una bandera con una esvástica para cometer atrocidades etnocentristas.
La Caída es , en líneas generales una película cuyos méritos cinematográficos no son tantos, pero lo audaz de su planteo los recursos que intenta movilizar, como la falta de un narrador fijo y el énfasis en el entorno por sobre las personas, hacen de ella una cita imprescindible. He dicho.

Conclusión: Adiós a los clisés, bienvenido al duro ejercicio de pensar.